Título: Una nota en modo menor para mencionar lo moderno en Aníbal Velásquez
- Arminio del Cristo Mestra Osorio
- 18 jul 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 19 jul 2020
Por: Arminio del Cristo Mestra Osorio.
(Primera entrega)
Para empezar, quiero citar a la historiadora María Teresa Uribe, cuando afirmaba hace más de cuarenta años: “No tuvimos sujeto moderno porque el sujeto de la escuela no aprendía a pensar con su cabeza, lo que aprendía era a creer”.
El profesor Jesús Martín Barbero, nos indica que “La modernidad fue un tiempo en el cual la clave era el progreso. Fue muy bueno porque modernidad fue la liberación de muchas cosas: libertad y creatividad. Eso fue hace poco…
Y sigue afirmando “Un país es una historia en común y esa historia tienen un montón de relatos. Yo descubrí que contar es la palabra más importante del castellano y de todos los idiomas. Contar significa contar cuentos, saber narrar, saber contar.
Segundo, contar es tener en cuenta o no al otro, eso es vital en las relaciones sociales. Hay que aprender a contar con sus propias palabras. Hay que aprender a contar para ser tenidos en cuenta y también hacer cuentas para la reparación”.
Esta mirada es solo una breve reflexión. Y deseo poner en escena a un cantautor que ha puesto a gozar al país.
¿Quién no ha bailado con la música de Aníbal Velásquez Hurtado en carnavales, en navidad y fiestas patronales?
Creo que esta nación lo ha hecho sin lugar a equivocarme. Hasta el andinocentrismo ha podido disfrutar de su contagiosa guaracha, heredada de los ritmos cubanos.
Hoy en día es imposible seguir discriminando toda esa apuesta que ha hecho la música popular en la construcción de nación. (puede sonar pretencioso).
Aníbal Velásquez, ha sido un músico irreverente, atrevido con la época, porque propuso, experimentó y desafió el folclorismo de esos tiempos a partir de la apropiación de ritmos regionales y de otras latitudes para ajustarlas a su formato.
Si se quiere, toda una inmersión a ese mundo moderno, concebido desde su mirada y subjetividad como un progreso musical, arraigado en esa libertad de poder crear cosas nuevas: eso es modernidad. Y qué bien, lo entendió.
Para esos momentos fue una fusión. Una transformación de la música en Colombia. Pensada en el mercado donde la tradición no se borra de tajo; al contrario, fue un punto de partida y se empiezan a interpelar estas dinámicas de la música colombiana: Mercado y tradición.
‘El mago del acordeón’ como lo bautizara Luis Enrique Martínez Argote, en el estudio de grabación, no tenía por qué conocer este tipo de relación comercial. Lo hizo pensando en el éxito musical y en la aceptabilidad que el público pudiera darle a esta propuesta sonora que se volvió dominante y que va a marcar un hito histórico en el universo de nuestra música.
El profesor Jorge Nieve, en su texto ‘De los sonidos del patio a la música del mundo: semiosis nómada en el Caribe”, indica “La aceptabilidad funciona en espacios socioculturales específicos, y es posible establecer diferencias entre los modos como instituyen aceptabilidades los propios productores musicales, esto es, los músicos, empresarios, las disqueras; los modos que predominan entre los consumidores…”
Lo cierto es que Aníbal no va a relacionar la distinción teórica que realizan Jürgen Habermas y Marshall Berman “Entre la Modernidad como etapa histórica, la modernización como proceso socioeconómico que trata de ir construyendo la modernidad, y los modernismos, o sea los proyectos culturales que renuevan las prácticas simbólicas con un sentido experimental o crítico”.
Distante de este entramado académico: Velásquez va a hablar es a partir de sus letras, ritmo, armonía y de sus intervalos que se dan en cualquier melodía. Sus canciones son un largo listado de éxitos.
Lejos de ser composiciones cargadas de poesía, lirismo y no contar con muchas figuras literarias van a dar mucho de qué hablar por lo pegajosas, por el ritmo, sátira, picaresca; por ese hablar de una comunidad que se identificó con sus cantos y el sentir de su bacanidad.
Esa misma comunidad se veía reflejada en su música y adopta ciertos dichos que aparecen en sus grabaciones, el sonido gutural que servía de animación en sus discos. De igual forma, muchos grupos musicales van a copiar el estilo del barranquillero.
Era él el que vendía, el que se programaba en las emisoras del Caribe colombiano. Si no fue un diseñador si contribuyó al modo de vestir del bacán y del camaján de esos tiempos.
Las canciones del maestro pudieron adquirir los más diversos significados en el oído de las personas que las escuchaban. Les pudo permitir remitirse a un episodio de su vida y a determinados lugares o situaciones que evocaban emociones. Así, la música, como otras experiencias artísticas, involucra la emoción en las interpretaciones que hacemos del mundo y de los entornos que habitamos.
Camisas psicodélicas en todos los colores con diferentes figuras del trópico; también se distinguió por el saco y la corbata. Usó todo tipo de sombrero desde el sombrero vueltiao siendo uno de los primeros artistas que posó con esta prenda artesanal. Como también va a lucir un gardeliano, texano y un sombrero de detective mexicano.
Bigote al estilo cantinflesco tal vez por la admiración que sentía por el actor mexicano. Se hizo retratar en moto, también sale en un estudio de grabación.
Uno de sus discos sale al mercado con una pintura del picó ‘El Guajiro tira flecha’ para estar conectado con todo el ambiente salsero y jíbaro que está viviendo la Costa por la década de los años 60,70 y 80.
Gafas, cadenas con medallones, anillos extravagantes, cinturones con chapas, pulseras, relojes super grandes como los que lucen los jóvenes en este siglo XXI.
Una porta atrevida fue la que salió en el trabajo ‘La brujita’, sensual, erótica, atrevida. Era un avance grandioso en el mundo discográfico; una lectura premonitoria de lo que iba a suceder en estos tiempos. Se equivocan los que piensan que por esos días no se hablaba de imaginación y de locura en el mundo de la publicidad.
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