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  • Foto del escritor Arminio del Cristo Mestra Osorio

¿Cómo olvidar al cantautor Máximo Jiménez?

Por: Arminio del Cristo Mestra Osorio


Máximo José Jiménez Hernández, partió y nos dejó un repertorio musical para entender esos momentos aciagos de la violencia, el despojo de tierra a los campesinos, no solo en el departamento de Córdoba si no en todo el país por parte de hacendados, terratenientes, guerrilla y el narcotráfico que fue constituyéndose en una fuerza de poder político.


Entendido ese poder como “la capacidad que se ejerce sobre algo o, más importante aún sobre alguien. Lo importante, en todo caso, es saber quién ejerce el poder, para qué y cómo adquiere tal capacidad: si, por ejemplo, se impone por la fuerza, y entonces constituye una estructura de dominación o si “se gana” y legitima con algún tipo y nivel de participación y anuencia de los gobernados, en procesos más o menos participativos”.


Sus composiciones podrán enmarcarse en las siguientes categorías: ‘canción protesta’, ‘música protesta’, ‘canción política’, ‘canción comprometida’, ‘canción social’, ‘vallenato protesta’, o ‘música popular rural’.


Ellas marcaron un hito en los años 70 y 80 del siglo pasado, donde manifestó toda la inconformidad de los campesinos, trabajadores, estudiantes, asalariados.


Estos sectores sociales encontraron en su canto un grito de rebeldía que se venía gestando al interior del movimiento social colombiano.


Máximo Jiménez está en la galería de los grandes cantautores. Con sus letras supo llegarles a los necesitados y excluidos de América latina. Le dijo no a la pobreza, desapariciones, asesinatos, persecuciones y desplazamiento en Colombia.


Una voz en lo alto que no se doblegó ante la fuerza opresora y mucho menos ante el terrateniente de la región cordobesa, que explotaba, asesinaba y violaba tal como lo demuestra la historia de ese territorio.


Su recorrido musical se hizo presente en las manifestaciones, concentraciones populares, sindicatos, consejos estudiantiles, mítines, y donde era requerido para amenizar con su música revolucionaria la lucha de esos tiempos.


Su llamado fue un eco para darle vida a esas consignas de “sembrar la tierra”, “la tierra es para quien la trabajaba” y “desalambrar” el gran latifundio improductivo de esos tiempos y que sigue sin producir y no paga impuestos.


Tuve la fortuna histórica de presentarlo en el Barrio Santa María en el municipio de Cereté (Córdoba), barrio que surgió de una toma de tierra que hicieron unos habitantes del citado municipio incluyendo a mi madre Elena Lorenza Osorio Suárez.


De igual forma, ese acercamiento también se dio siendo coordinador del Consejo Estudiantil del Inem Lorenzo María Lleras, en Montería y cuando fui presidente de la Federación de Estudiantes de Córdoba (Fedecor).


Una de las organizaciones más sobresalientes en el movimiento estudiantil de secundaria en el departamento de Córdoba y que no se ha vuelto a repetir; la memoria de esta experiencia está por escribirse.


Posteriormente, cuando conocí al escritor David Sánchez Juliao y a mi maestro Orlando Fals Borda. Empezaba a tener luces su método de investigación IAP (Investigación, Acción, Participativa) fue un punto de encuentro y de partida en el valle del Sinú.


Las tomas campesinas de ‘Chuchurrubí’, ‘Martinica’, ‘San Andrés’, ‘La Floresta’ fueron una escuela pedagógica para entender porque se invadían las tierras y baldíos, un embrión para comprender aún más el surgimiento de la ‘Asociación Nacional de Usuarios Campesinos’ (ANUC) línea Sincelejo.


Todo este proceso le dará sentido de pertenencia a la ‘Fundación la Rosca’ y al folleto literario el ‘Boche’ y muchos otros que ilustraran el ambiente social que se estaba viviendo por esos días.


En el año de 1973, Máximo tiene un acercamiento con Gabriel García Márquez, donde conversan para que él grabara un 45 rpm y circulara con la ‘Revista Alternativa’, este proyecto no llegó a tener un final feliz.


Participó en el ‘Festival de la Leyenda Vallenata’ en los años de 1974-1975 y 1982. Su primera participación fue en la categoría aficionada y las dos últimas como profesional.


Sus presentaciones fueron apoteósicas, llamaron la atención en una región donde el gamonalismo, cacicazgo, politiquería reinaban y siguen allí. Donde las reivindicaciones sociales estaban latentes y este encuentro de acordeoneros era propicio para hacer sentir su voz y empoderamiento musical.


En ese año de 1974 interpretó los siguientes ritmos:

Puya: en modo Menor: ‘El Boche’.

Paseo: ‘Pobre campesino’

Merengue: ‘El burro leñero’.

Son: ‘Pentagrama’.


Todo un repertorio con mucho contenido social. Esto le valió el remoquete de guerrillero y decían que estaba al servicio de los grupos alzados en armas.


Este señalamiento provenía de esa extrema derecha que no concebía su manera de sentir e interpretar su arte musical. Hasta lo señalaron de haberse apropiado de un dinero perteneciente a uno de estos grupos subversivos.


Esto terminó en persecución contra él, su familia, encarcelado, sufrió atentados y su hermano José Ángel Jiménez fue asesinado por esas mismas fuerzas oscuras que siguen actuando y que el estado colombiano no ha logrado identificar hasta el día de hoy quienes son los protagonistas de estos grupos que siembran el terror en nuestro país.


Vivió en el exilio forzado desde el año de 1989 y se fue para Suecia y Austria. Regresó a Colombia 23 años después con graves quebrantos de salud los que a la postre se lo llevaron el día 27 de noviembre del 2021.


Hoy quiero recordar estas canciones:

‘El Indio Sinuano’ grabada en el año de 1975.

‘La campana descompuesta’.

‘Señor presidente’.

‘La herramienta del pobre’.

‘El retorno’.

‘Idioma español’.


‘Ismael Vertel’: Un homenaje al campesino asesinado por esa legión naciente de paramilitares en ‘Arroyon’, corregimiento del municipio de Planeta Rica.


‘El Boche’: Líder social que no soportó la presión del terrateniente. Manuel Hernández, así se llamaba este luchador y, se hicieron unos libretos para una radionovela que se trasmitió por una emisora de Montería, donde se tergiversó la vida de este campesino cordobés.


El cantor supo reivindicar a esas mayorías que siguen esperando una verdadera reforma agraria, para que la tenencia de la tierra en Colombia sea una realidad y que vaya a parar a manos de quien en verdad trabajan la tierra.


En la Facultad de Arte de la Universidad Nacional de Colombia, reposa una tesis de grado, titulada, ‘El vallenato de protesta: La obra musical de Máximo Jiménez’, escrita por Ivo Zuleta Bolaños, para optar por el título de Magister en musicología en el año 2017.


Más que recomendarla es indispensable leerla para mirar pormenores en la vida del músico quien no tuvo el respaldo de las casas disqueras, mucho menos de la radio, y de los mal llamados programadores musicales.


Su música no estuvo en las parrillas de programación ni tuvo el reconocimiento de la prensa de este país. ¿Cómo? Si esta música iba en contravía, un contrapoder, con una dirigencia y un festival vallenato de estirpe feudalista y contra una élite que ya se disputaban el poder desde dos bandos oligárquicos (liberales y conservadores).


Recordar la cara de asombro de esa clase terrateniente-conservadora, cuando Máximo interpeló a esa dirigencia y a las directivas del susodicho festival con sus letras y su estilo de cantar.

Los mismos músicos vallenatos de esos tiempos no lograban entender por qué este hijo de campesinos había fundamentado su quehacer artístico desde la otra orilla.


La tesis de grado consta de 155 páginas y contiene los siguientes capítulos:

Capítulo 1: La Anuc.

Capítulo 2: Descripción de una selección discográfica de Máximo Jiménez.

Capítulo 3: Analizando la música de Máximo Jiménez.

Conclusiones. Y unos anexos que son de suma importancia para todos aquellos que deseen ahondar en la vida y en el repertorio musical del ‘indio Sinuano’.


Para terminar este breve recuerdo del cantautor quiero citar un párrafo de la tesis y, que debiera estar circulando como libro. Un aporte teórico-literario desde la academia.


“Mostrar como el vallenato resignifica su carácter costumbrista o comercial y, como lo reconfigura aportándole elementos contra hegemónicos y de protesta social. Así también se considera que no es una regla que todas las músicas tradicionales o nacionales latinoamericanas hayan incursionado necesariamente en la canción protesta; muchas de éstas hicieron parte del fenómeno cultural y musical durante los años 70: la nueva canción latinoamericana”.


Su manera de sentir el mundo, sus justas canciones, seguirán allí en un colectivo que no lo olvidará por ser un protagonista permanente en una sociedad que necesita reinventarse, reivindicarse desde la música, la cultura y la educación. Por siempre mi querido artista, luchador y amigo del alma.

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