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Así recuerdo al cantautor que miró con los ojos del alma.

  • Foto del escritor:  Arminio del Cristo Mestra Osorio
    Arminio del Cristo Mestra Osorio
  • 8 abr 2020
  • 5 Min. de lectura

Por: Arminio del Cristo Mestra Osorio.

Leandro José Díaz Duarte, no tuvo esa gran dinastía musical. Pero si hubo músicos en la familia, por ejemplo: José Luís Díaz, el papá de su mamá fue un destacado acordeonero. Josefa Díaz, su tía, le enseñó a cantar y le dio pautas para interpretar las rancheras de la época.

En muchas entrevistas concedidas siempre manifestó que se “inclinó por los sonidos a los cinco años de edad y le ponía mucho cuidado a la música y que a los 10 años ya cantaba canciones”.

“Dios no le puso ojos en la cara, porque empleó demasiado tiempo, poniéndoselos en el alma”. Se le conoció en el mundo artístico como el “hombre que veía con los ojos del alma”.

Un verdadero vate. Ciego como el poeta Homero y los cantautores: Arsenio Rodríguez, Ray Charles, Steve Wonder, José Feliciano, Andrea Bocelli.

Se sobrepuso al inconveniente de no poder ver. Vivió el proceso que debe seguir todo ser humano para lograr la notoriedad. Pudo organizar sus pensamientos y llevarlos a la cúspide a través de sus composiciones. Reivindicó a la mujer, amigos, la madre naturaleza, como también fue contundente cuando sus versos abrazaron la crítica social.

Muchos investigadores dedicados a auscultar el mundo de los maestros vallenatos, coinciden que a la edad de 17 años trajo al mundo su primera composición, titulada, ‘A mí no me consuela nadie’.

También dicen que otras de sus primeras creaciones fue: ‘La Loba Ceniza’ la que posteriormente fuera grabada por Abel Antonio Villa como la ‘Camaleona’:

“Una mujer que vive en la sierra

Llegó a su casa y la encuentro rabiosa

La encontré con mucha soberbia, señores.

Con la espuma en la boca (4) bis.

Sería de la misma rabia”.

El personaje de esta composición fue su vecina de los pajales Adelina Palmesano.

Las composiciones de Leandro tienen una química muy especial, llevan impregnado un estilo muy particular, la vivencia, imaginación, creatividad y tuvo una memoria prodigiosa porque todo lo que lograba envolver lo volvía un poema cantado.

Sus canciones surgieron de los hechos que pasaron por su vida cotidiana, sus situaciones, pequeñas cosas que se parecían a él, canciones líricas que han llegado a tocar las puertas del corazón si es que en verdad este órgano es el motor del amor.

En la entrevista que le concedió al mejor cronista de este país Alberto Salcedo Ramos, para el libro: ‘Diez Juglares en su patio’ le dijo “lo único que he hecho es ponerle música a mis sueños, a mis pensamientos, a mis angustias y a mis alegrías. O, mejor dicho le puse música a mi vida”.

Un genio a toda prueba. En el merengue ‘Los Tocaimeros’ o la ‘Trampa’, grabada por Jorge Oñate y Colacho Mendoza en el trabajo Titulado: ‘Los Dos Amigos’, escribió un verso sobre cada uno de los personajes de la canción.

Un merengue magistral donde los protagonistas de la canción son los habitantes de Tocaimo. Un hombre lleno de virtudes que se fue de pueblo en pueblo a cantar para demostrar su talento y por cada canción interpretada le pagaban 10 centavos.

‘La Diosa Coronada’, canto realizado a una mujer que no le prestaba atención porque tenía otro enamorado. Cansado de esta situación un día dijo “esa mujer se cree una diosa coronada”, esa expresión la fue trabajando hasta que logró construir la primera estrofa: “Señores vengo a contarles/ Hay nuevo encanto en la sabana// En adelanto van estos lugares/ ya tienen su diosa coronada/.

En el libro ‘Música y Maestros de Nuestra Tierra’ del periodista Fausto Pérez Villarreal, se registra a la ‘Diosa Coronada’, como Josefa Guerra y, en la publicación del periódico” El Pilón” del 29 de abril del 2005 aparece como Josefa Coronado.

La Famosa ‘Matilde Lina’ es otra historia amorosa, canción compuesta a orillas del río Tocaimo. Esta hermosa melodía ha sido grabada por Alfredo Gutiérrez, ‘El Gran Combo de Puerto Rico’, Jhony Ventura, Ivo Luís Díaz, su hijo, Diomedes Díaz Maestre, Carlos Vives, etc.

Pero la versión que más le gustaba era la del rey vallenato, Alfredo de Jesús Gutiérrez Vital, por la cadencia que le puso en la vocalización. Y el verdadero nombre de esta mujer que inspiró a Leandro es: Matilde Elina.

Los padres de Leandro Díaz, fueron: Abel Duarte y María Ignacia Díaz. Leandro lleva el apellido materno y no el paterno, porque en su época la iglesia recomendaba que los hijos naturales llevaran el apellido de la madre, el nombre debió ser: Leandro José Duarte Díaz.

Aprendió a sacarle los sonidos a la armónica (violina), tocó redoblante, Bombo, y perfeccionó el toque de la guacharaca.

Leandro, “solo canta después que logra pensar”, esta visión filosófica y nivel de consciencia, rara vez se encuentra en la música vallenata y menos en esta avalancha de nuevos compositores que no saben a qué quieren aspirar, o sino lean el llamado de atención que hace Rita Fernández Padilla, sobre las composiciones inéditas que llegan al festival de la Leyenda Vallenata.

El cantautor toma una actitud reflexiva en cantos como el “Bozal”, “Tres Guitarras”, “Matilde Elina”, “Mi pueblo”, “Yo comprendo”, “El Negativo”, también cuenta con un perfil autobiográfico con el cimentado ejercicio de ser uno de los mejores compositores de la música vallenata.

Muchos lo han definido como el rapsoda del siglo XX en la música vallenata y se podría comparar con sus antecesores griegos. Lo han relacionado con Tiresias el sabio ciego en la tragedia de Sófocles; que pertenece a la estirpe de los sufrientes caballeros andantes, de la cual Don Quijote es el máximo exponente.

Fue declarado Rey Vitalicio de la canción Inédita en el Festival Número 38 del año 2005, al lado de: Rafael Calixto Escalona Martínez, Emiliano Antonio Zuleta Baquero, Calixto de Jesús Ochoa Campo, Adolfo Rafael Pacheco Anillo, Tobías Enrique Pumarejo.

Con más de trescientas composiciones es el cantautor que deja un aporte valioso para la cultura colombiana. El universo académico debe estar comprometido en seguir reflexionando sobre la obra de este gran músico.

Ojalá, se piense en un centro cultural donde se medie para hablar de la música, la danza y todos nuestros ritmos. Que las regalías de su trabajo sean acordes a lo que escribió y produjo durante toda su vida musical.

Leandro: pintó canciones, no solo para deleitar a los amigos, sino para que Colombia y el mundo supieran que aquí contábamos con un verseador, compositor, decimero, músico, cuentero, el poeta que hacia décimas y estrofas de ocho versos.

Un ejemplo para los compositores actuales. Sé que esto incomoda a más de uno, pero la realidad es esa. ¿Los nuevos compositores que están componiendo? ¿En verdad quieren insertarse al mundo globalizado o a la mundialización musical? y estoy más seguro que no será con temas recargados de estribillos.


Quiero terminar este recorderis musical con esos territorios que lo conocieron y supieron de sus virtudes: “Desde Barrancas hasta Manaure, pasando por Distracción, El Hatico, Fonseca, Villanueva, Urumita, La Jagua del pilar y el Molino”, el mismo recorrido de Francisco el Hombre. 

Todos los habitantes de estos pueblos supieron del adivino pero nunca se imaginaron que también tenía la magia para cantar, componer e improvisar.

Me gustaría que los verdaderos cantantes de este género musical, le siguieran grabando sus composiciones. Siempre decía: “He vivido muchos momentos agradables y de todos ellos he creado mi felicidad. A veces no soy tan feliz como quisiera, pero estoy vivo y estar vivo es lo que se necesita para pintar la felicidad”.

Leandro Díaz, gracias por habernos brindado tanta felicidad con tus composiciones. Ya estás en la galería. “En adelanto van estos lugares: ya tiene su diosa coronada”. Epígrafe traducido a un sinnúmero de idiomas y aparece en una de las mejores de novelas de Gabo, ‘El amor en los tiempos del cólera’.

 
 
 

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